sábado, 6 de junio de 2009

Miramar, un oasis en Chiapas


Por: SUN/Antonio Salgado, Domingo, 29 de Junio de 2008
La selva Lacandona ofrece a los viajeros sus tesoros para descanzar
OCOSINGO, Chis.
Los ancestros de los tzetzales que la habitan la llamaban Pamal Mamal Ha´, que a la letra significa Agua plana y antigua. El ladino —nosotros— la llama simplemente Miramar pues este cuerpo lacustre —situado en el corazón de la selva Lacandona— es de una inmensidad tal que, al mirarlo, es imposible no pensar en el océano.
La ruta para llegar a la laguna de Miramar es complicada, el camino, sinuoso. Esto se debe a que sólo hay dos maneras de llegar a ella. Si partes de Ocosingo —los colectivos están al lado del mercado— habrás de sufrir siete horas trepado en un camión de redilas hasta el pueblo de Emiliano Zapata.
Si vienes desde el sur, en la carretera que va desde Comitán hasta Benemérito de las Américas, tendrás que detenerte en Maravilla Tenejapa y de ahí manejar o tomar un colectivo hasta el pueblo de Plan de Río Azul, donde una canoa motorizada te llevará al mismo punto por mil 500 pesos.
Pernoctar en la laguna te costará alrededor de 90 pesos por día, por tienda de campaña. Tendrás que pagar a las autoridades de Zapata por adelantado las noches que te quedarás y luego cruzar a pie los mil metros que te separan de la laguna.
No es un camino fácil. Si ha llovido, el lodo se acumulará en tus pies. Si hace calor tu camisa se empapará de sudor y tu espalda crujirá ante el peso de la tienda de campaña y de tus alimentos —los cuales tienes que cargar contigo.
Sin embargo nada de esto te importará una vez que te sientes en la arena —al borde de los dieciséis kilómetros cuadrados de laguna—, a contemplarla bajo las estrellas mientras escuchas el canto del indómito saraguato.
Las actividades que puedes realizar en la laguna son pocas pero te mantendrán ocupado durante el tiempo que estés allí. Encalladas en la arena hay canoas que puedes utilizar, si las has rentado con antelación. También hay guías locales que podrán llevarte a caminar por la selva o a visitar otras lagunas —apartadas de Miramar— donde podrás ver cocodrilos o escuchar al mono aullador.
La historia que esconde la laguna, más allá de lo geológico, es profunda. En una isla de ahí, Lakamtún —o piedra grande— habitaban los lacandones, caribes como les llamaban los demás grupos étnicos de Chiapas, y de esta gran piedra obtuvieron su nombre.
Los lacandones fueron perseguidos, así como los choles, tzotziles, tzetzales, zoques y tojolabales, por los españoles durante la conquista de este estado. Sin embargo, la lucha con los lacandones no fue fácil debido a su profundo conocimiento de la selva.
Según el historiador Jan de Vos, en su libro La paz de Dios y del Rey , el ejército español, "luego de una penosa marcha de quince días en la selva, tuvo que soportar los embates de los lacandones en las costas de esta laguna". No obstante, la derrota de estos últimos era inminente y tuvieron que abandonar para siempre la ciudad de Lakamtún, firmando su sentencia en las páginas de la historia.
El grupo que ahora conocemos como lacandón sólo conserva, no sin cierta melancolía, el efímero sueño, los atavíos del nombre de sus ancestros.
Aún es posible visitar en la laguna las ruinas, tumbas perennes, que los lacandones dejaron atrás para la historia.
Si entras al agua, medio cuerpo y cierras los ojos, escucharás los sonidos de aves, chicharras, el viento reventando en las hojas, los sonidos de la selva y quizás —si te concentras— escucharás también los cantos de guerra de una cultura que desapareció hace siglos de la faz de la tierra.

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