Domingo, 04 de Noviembre de 2007
El 1 y 2 de noviembre se celebró en todo México el Día de Muertos, una de las manifestaciones populares con mayor arraigo en la sociedad mexicana, días en los que según la tradición los muertos regresan para visitar a sus familiares. En cada casa o cementerio se colocan altares con ofrendas florales, de frutas y panes horneados especialmente.
VISITANDO AL DIFUNTO
La gente acude al camposanto para compartir con el muerto, llevan flores y copal o incienso.
Los mexicanos conviven con la muerte, se ríen de ella, le ponen sobrenombres: “la pelona”, “la huesuda”, “la catrina”, pero también le rinden culto y la celebran a lo largo y ancho del país el 1 y 2 de noviembre. Las ofrendas que rinden los mexicanos a sus muertos contienen ricas viandas que incluyen pan, frutas, dulces, tamales, mole (comida típica a base de chiles), tequila y la flor amarilla de cempasúchil. El responsable de la sala de etnología de la Costa del Golfo, del Museo Nacional de Antropología (MNA), Leopoldo Trejo, señala que los aztecas celebrarán hasta siete fiestas a los muertos pero cuando llegaron los conquistadores españoles en 1521, concentraron las fiestas en una: el Día de Muertos. Trejo explicó que para los mexicanos “era una celebración de cosechas y generalmente el 1 y 2 de noviembre coincidía con la cosecha del maíz”. Curiosa era la celebración de los indígenas totonacas, de la región Huasteca veracruzana, que aún mantienen viva y que consiste en colocar tres altares a sus muertos. “El altar para San Lucas se coloca a las afuera de la casa porque ellos distinguen a los muertos de acuerdo a la forma en que murieron. Los que perdieron la vida por accidente, asesinato, rayo o ahogados, se van con el diablo, por lo que se les ofrenda fuera, porque el diablo no puede entrar a sus hogares”, apunta. Mientras en el interior de sus casas con techo de palma disponen dos altares, uno dedicado a todos los santos que es el que se pone para la fiesta de Santoro (baile ritual que realizan durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre) y un altar de promesa, que se utiliza para curar enfermedades. La celebración del Día de Muertos en México tiene diversas variantes de acuerdo con la región en que se celebra, pero todas conjugan las tradiciones precolombinas con la cristiana. Uno de los lugares típicos y que por su belleza se abarrota de gente en estos día es San Andrés Mixquic (sur de la capital mexicana).
POLÍTICOS
En el Congreso de la Unión se dedicaron altares a distintos políticos fallecidos.Ahí se celebra a los muertos en el cementerio del lugar, donde todos los pobladores pasan la noche adornando las tumbas con las tradicionales flores de cempasúchil (flor de muertos), para después colocar los alimentos que han de compartir con sus difuntos que, según la tradición, regresan desde el más allá. La ceremonia se celebra en los dos días, el primero es para recordar a “los angelitos”, aquellos que murieron siendo niños, a quienes se les arreglan sus tumbas con flores, dulces y juguetes. Mientras que el 2 de noviembre se celebra a los muertos adultos y en los cementerios se adornan las tumbas con flores de cempasúchil, velas, frutas, artesanías de dulce y los alimentos predilectos del difunto al que se honra. Ese día las familias comen y beben en la tumba de su difunto, quien, de acuerdo a la creencia popular, está presente en la comilona. Cada punto del país tiene su interpretación de estas fechas, pero todas son festivas, y en muchas no falta la música. En el estado de Aguascalientes se realiza desde hace doce años el Festival de las Calaveras, que incluye un desfile donde participan carros alusivos a la muerte. En Querétaro se organiza un pintoresco y colorido Altar de Muertos, que se suma a toda una serie de eventos y manifestaciones como son la tradicional Feria de Todos los Santos.
LAS “CALAVERITAS” DE AZÚCAR
En esta feria se venden juguetes de madera y cartón, así como los curiosos “entierritos” hechos de papel maché, las “calaveritas” de azúcar (cráneos de caramelo), “huesitos” de pan y platillos típicos. Las calaveritas de azúcar, amaranto y chocolate no sólo sirven para complacer al difunto, sino también al paladar de los niños, pues cuando se “levanta” la ofrenda los dulces son dados a los menores. Pero la centenaria tradición mexicana de endulzar la muerte no sólo se refleja en la representación caramelizada de los cráneos, sino también en pinturas y grabados como los del artista José Guadalupe Posada (1852-1913), que dio vida a la muerte a través de “La Catrina”, un esqueleto engalanado con ropas de mujer que simboliza a la muerte, y las célebres calaveras literarias. Los grabados de Posada se han utilizado también para decorar los altares durante la Fiesta de Difuntos. Otros elementos que no pueden faltar en un altar del Día de Muertos, como el agua que se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de un largo camino. También la sal que sirve para evitar que el cuerpo se corrompa, un cirio que es la luz que los guía en su camino de regreso y el incienso. En tanto, los mexicanos dan rienda suelta a su imaginación y vena literaria para componer poemas humorísticos en los que se hace alusión a personas vivas, pero como si ya hubieran muerto. Es ya una tradición que los diarios mexicanos publiquen cada 2 de noviembre los provocativos y populares versos, que ridiculizan con humor a los implicados en la política y en los escándalos del momento en México y en el mundo.
Aunque hay una creciente implantación de la fiesta estadounidense del Halloween, principalmente entre los jóvenes, las fiestas del Día de Muertos es una de las manifestaciones populares con mayor arraigo en la sociedad mexicana.
El 1 y 2 de noviembre se celebró en todo México el Día de Muertos, una de las manifestaciones populares con mayor arraigo en la sociedad mexicana, días en los que según la tradición los muertos regresan para visitar a sus familiares. En cada casa o cementerio se colocan altares con ofrendas florales, de frutas y panes horneados especialmente.
VISITANDO AL DIFUNTO
La gente acude al camposanto para compartir con el muerto, llevan flores y copal o incienso.
Los mexicanos conviven con la muerte, se ríen de ella, le ponen sobrenombres: “la pelona”, “la huesuda”, “la catrina”, pero también le rinden culto y la celebran a lo largo y ancho del país el 1 y 2 de noviembre. Las ofrendas que rinden los mexicanos a sus muertos contienen ricas viandas que incluyen pan, frutas, dulces, tamales, mole (comida típica a base de chiles), tequila y la flor amarilla de cempasúchil. El responsable de la sala de etnología de la Costa del Golfo, del Museo Nacional de Antropología (MNA), Leopoldo Trejo, señala que los aztecas celebrarán hasta siete fiestas a los muertos pero cuando llegaron los conquistadores españoles en 1521, concentraron las fiestas en una: el Día de Muertos. Trejo explicó que para los mexicanos “era una celebración de cosechas y generalmente el 1 y 2 de noviembre coincidía con la cosecha del maíz”. Curiosa era la celebración de los indígenas totonacas, de la región Huasteca veracruzana, que aún mantienen viva y que consiste en colocar tres altares a sus muertos. “El altar para San Lucas se coloca a las afuera de la casa porque ellos distinguen a los muertos de acuerdo a la forma en que murieron. Los que perdieron la vida por accidente, asesinato, rayo o ahogados, se van con el diablo, por lo que se les ofrenda fuera, porque el diablo no puede entrar a sus hogares”, apunta. Mientras en el interior de sus casas con techo de palma disponen dos altares, uno dedicado a todos los santos que es el que se pone para la fiesta de Santoro (baile ritual que realizan durante la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre) y un altar de promesa, que se utiliza para curar enfermedades. La celebración del Día de Muertos en México tiene diversas variantes de acuerdo con la región en que se celebra, pero todas conjugan las tradiciones precolombinas con la cristiana. Uno de los lugares típicos y que por su belleza se abarrota de gente en estos día es San Andrés Mixquic (sur de la capital mexicana).
POLÍTICOS
En el Congreso de la Unión se dedicaron altares a distintos políticos fallecidos.Ahí se celebra a los muertos en el cementerio del lugar, donde todos los pobladores pasan la noche adornando las tumbas con las tradicionales flores de cempasúchil (flor de muertos), para después colocar los alimentos que han de compartir con sus difuntos que, según la tradición, regresan desde el más allá. La ceremonia se celebra en los dos días, el primero es para recordar a “los angelitos”, aquellos que murieron siendo niños, a quienes se les arreglan sus tumbas con flores, dulces y juguetes. Mientras que el 2 de noviembre se celebra a los muertos adultos y en los cementerios se adornan las tumbas con flores de cempasúchil, velas, frutas, artesanías de dulce y los alimentos predilectos del difunto al que se honra. Ese día las familias comen y beben en la tumba de su difunto, quien, de acuerdo a la creencia popular, está presente en la comilona. Cada punto del país tiene su interpretación de estas fechas, pero todas son festivas, y en muchas no falta la música. En el estado de Aguascalientes se realiza desde hace doce años el Festival de las Calaveras, que incluye un desfile donde participan carros alusivos a la muerte. En Querétaro se organiza un pintoresco y colorido Altar de Muertos, que se suma a toda una serie de eventos y manifestaciones como son la tradicional Feria de Todos los Santos.
LAS “CALAVERITAS” DE AZÚCAR
En esta feria se venden juguetes de madera y cartón, así como los curiosos “entierritos” hechos de papel maché, las “calaveritas” de azúcar (cráneos de caramelo), “huesitos” de pan y platillos típicos. Las calaveritas de azúcar, amaranto y chocolate no sólo sirven para complacer al difunto, sino también al paladar de los niños, pues cuando se “levanta” la ofrenda los dulces son dados a los menores. Pero la centenaria tradición mexicana de endulzar la muerte no sólo se refleja en la representación caramelizada de los cráneos, sino también en pinturas y grabados como los del artista José Guadalupe Posada (1852-1913), que dio vida a la muerte a través de “La Catrina”, un esqueleto engalanado con ropas de mujer que simboliza a la muerte, y las célebres calaveras literarias. Los grabados de Posada se han utilizado también para decorar los altares durante la Fiesta de Difuntos. Otros elementos que no pueden faltar en un altar del Día de Muertos, como el agua que se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de un largo camino. También la sal que sirve para evitar que el cuerpo se corrompa, un cirio que es la luz que los guía en su camino de regreso y el incienso. En tanto, los mexicanos dan rienda suelta a su imaginación y vena literaria para componer poemas humorísticos en los que se hace alusión a personas vivas, pero como si ya hubieran muerto. Es ya una tradición que los diarios mexicanos publiquen cada 2 de noviembre los provocativos y populares versos, que ridiculizan con humor a los implicados en la política y en los escándalos del momento en México y en el mundo.
Aunque hay una creciente implantación de la fiesta estadounidense del Halloween, principalmente entre los jóvenes, las fiestas del Día de Muertos es una de las manifestaciones populares con mayor arraigo en la sociedad mexicana.
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