sábado, 6 de junio de 2009

La Habana por siempre


Por: Omar Páramo , Domingo, 10 de Agosto de 2008
Es la cultura la gran apuesta para atraer más visitantes: música, poesía y danza nacidas de las sobrias armonías europeas y los cadenciosos ritmos africanos que se transforman aquí en una suerte de diálogo con el viajero
LA HABANA, Cuba
Aquí los fantasmas están vivos y recorren las calles. Ellos forman parte de la muy larga lista de personalidades que le han dado rostro a nuestro imaginario colectivo.
Recordados con admiración y comercializados sin pudor, estos personajes han probado ser más efectivos que cualquier campaña turística. Parecería una estrategia de marketing que echa mano de la Cuba idealizada cuando un premio Nobel vivía entre pescadores, los trovadores iban de Alto Cedro para Marcané y la Revolución era más verde que las palmas.
UNA PALADAR
Parecen restaurantes pero no lo son, y por ley, no más de doce comensales pueden ser recibidos. ERNEST HEMINGWAY
En el Olimpo cubano Ernest Hemingway es uno de los dioses principales. Su imagen con su guayabera cubana, escribiendo borradores en su máquina portátil Royal, y escapándose con un termo lleno de ron a la próxima cantina, ya es parte de un folclor literario que vende, y muy bien.
Las personas siguen llegando al hotel Ambos Mundos para hospedarse en el mismo edificio que el Nobel de Literatura, desplazándose hasta el Restaurante Terraza de Cojímar para ver con sus propios ojos el lugar que inspiró El viejo y el mar o llenando la barra del Floridita para ordenar el Gran Plato Hemingway y pedir el daiquirí "Papa".
EL CHE
En Cuba, El Che nos observa por doquier, ya sea en un grafiti callejero, una pintura al óleo, el periódico mural de una primaria o desde las monedas y billetes de tres pesos, como queriendo evidenciar que, por lo menos para el turista, él es el último icono fácilmente reconocible de una Revolución que históricamente nos queda cada vez más lejos.
Con el paso de los años, el también llamado "guerrillero heroico" se ha convertido en un imán para coleccionistas y en una mina de oro para comerciantes de todo el mundo.
Es un personaje que, de tan trastocado por los medios, cada vez se parece más a Gael García y menos al rosarino que quiso sembrar el germen de la rebelión en América Latina.
COMPAY SEGUNDO
"Compay sólo era Segundo en el apellido, porque en la vida real nunca fue segundo de nadie" comenta Miguel, quien trabaja en la tienda Longina, de la calle Obispo.
El lugar, considerado uno de los mejores para comprar música, sorprende por su reducido tamaño y lo inusual de su oferta, pues en un mismo espacio comparten los exhibidores discos compactos, aparatos de alta fidelidad y ropa.
Una de las esquinas está dedicada a las guayaberas y guitarras marca Compay Segundo, que son parte del homenaje que se le rinde al músico desde el 18 de noviembre de 2007, fecha en la que hubiera cumplido 100 años.
SÓLO PALADARES EXIGENTES
Quien nos atiende no es Gregory Peck, pero el parecido es notable, tanto que el establecimiento lleva por nombre Gringo Viejo. Por algo un inmenso cartel de la cinta Old Gringo nos observa desde el centro de la habitación, rodeado de fotografías de celebridades: Harvey Keitel, Fito Páez, Joan Manuel Serrat…
Estamos en una paladar (así, en femenino), un sitio que parecería un restaurante, pero no lo es.
Las paladares son de los lugares más intrigantes. Se trata de microempresas familiares surgidas en la década de los 90, cuando el gobierno cubano, como medida para enfrentar la crisis desatada por la caída de la Unión Soviética, permitió el llamado "trabajo por cuenta propia".
Por ley éstas deben estar ubicadas en una casa, no recibir a más de 12 comensales al mismo tiempo, todas las personas que ahí laboran tienen que ser de la misma familia y no pueden ofrecer langosta, mariscos ni res.
Los dueños se impusieron un límite más: el de la imaginación. Algunas albergan actividades culturales muy ambiciosas.
Tal es el caso de El Hurón Azul, cuyo lema "el arte de comer con arte", se toma muy en serio, pues es centro de reunión de pintores. Evidencia de ello son los cuadros y dibujos a lápiz en los muros.
Si lo que busca es comida marina al tiempo que observa una puesta de sol en el Caribe está Vistamar, o si está de humor para música de trío y fumar un puro al aire libre, la Fontana es la opción, aunque la paladar más buscada y exclusiva es La Guarida.
Se ubica en el tercer piso de un edificio del Centro, conocido como la Mansión Camagüey.
"Aquí se filmó Fresa y Chocolate", comenta mi acompañante. Entonces comprendo por qué el lugar resulta tan familiar.
Nos hallamos en un apartamento transformado en un gran comedor en donde no hay lugar para nadie más. La decoración es ecléctica, aunque a primera se reconocen una que otra figura religiosa y un cuadro con la imagen de José Martí, parte de la utilería.
El menú es famoso entre la crítica gastronómica por su lasaña de conejo o su medallón de salmón, aunque en ocasiones muy especiales se ofrece el ya mítico almuerzo lezamiano, un guiño más para quienes quieren experimentar en carne propia lo que vieron en las pantallas del cine.
RITMOS MULATOS PARA EL ANIMAL NOCTURNO
La noche inicia cuando, con puntualidad militar, retumba en la ciudad el cañonazo de las nueve. Originalmente esta detonación tenía por fin notificar a los habaneros que era hora de resguardarse en casa bajo llave.
No importa si uno se considera un bohemio irredento, un romántico empedernido o simplemente un animal nocturno: aquí la noche sabe ser generosa con quien atiende su llamado.
Se dice que La Habana es una ciudad mulata, y cada función ofrecida en el Tropicana parece confirmarlo, no sólo por el impresionante porte de sus bailarinas y cantantes, sino por esa mezcla de ritmos africanos y glamour europeo que hacen evidente que en Cuba el cabaret, en vez de ser entretenimiento, es un arte que sólo puede ser apreciado a cielo abierto, en buena compañía y con una botella de ron en la mesa.
Pero cuando el ánimo nos conduce a la nostalgia, quizá lo mejor sea dirigir los pasos al Gato Tuerto a escuchar esa mezcla de jazz y bolero que lleva por nombre "feeling". Conforme se acerca el amanecer, el lugar sufre una metamorfosis y, lo que en un principio fue una velada sosegada, por lo general termina en danza y gritos de festejo.
Quizá por ello el poeta Virgilio Piñera escribió que "en el Gato Tuerto hay una noche dentro de la noche con una luna que sale para unos, y un sol que brilla para otros".
Mientras el sol no rompa el hechizo de la noche, siempre habrá una oportunidad más para salir al encuentro de la fiesta.
Los grupos en vivo de La Casa de la Música pasan por el son, rumba, hip hop y reggaetón. Aquí los géneros van de un extremo a otro con gran facilidad.
Siempre hay parejas bailando en el estrecho espacio que hay entre mesa y mesa, y a que los pocos turistas que se quedan en su silla rápidamente son abordados por algún cubano o cubana que, en una rutina que parecen haber memorizado, primero ofrecerán un encuentro en la pista de baile, y después uno mucho más clandestino.
Quien desee aventurarse en cualquiera de estos establecimientos antes deberá informarse de los horarios de servicio, pues, por pertenecer al Estado, llegado el momento cada lugar cierra con puntualidad burocrática, obligando al viajero a desaparecer en la oscuridad de una noche tan oscura, que parece ser más mulata incluso que la misma Habana.

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