domingo, 26 de abril de 2009

Las Brujas de San Francisco

Helib Felipe Vargas
Una serie de acontecimientos impregnados de mística, ficción y política, desataron tremendo miedo en todos los habitantes de San Francisco y sus alrededores, los cuales evitaban salir de noche y no visitar ni de chiste el conocido Barrio de La Cebolleta, porque allí se practicaba la hechicería.Todo comenzó cuando se hizo correr la noticia de que el primer domingo de 1845, iban a ser exhibidas y quemadas en leña verde dos mujeres del Barrio de La Cebolleta, que habían sido sorprendidas en pleno acto de hechicería.Dicho acto es relatado de la siguiente manera: ‘’durante un recorrido de rutina por el rumbo de La Cebolleta, un policía se había acercado silenciosamente a la casa de una mujer con la que había sostenido un romance y por curiosidad se asomó a la cerradura de la puerta.“La sorpresa que se llevó el guardia fue terrible, al comprobar que su amada y una conocida, realizaban una ceremonia de brujería en la que lo incluían a él. Mientras que su querida repetía su nombre, junto con algunas blasfemias, la otra mujer acompañada de un gato negro y rodeada de cabos de velas encendidas hacía señales diabólicas; al policía no le quedó duda que estaba siendo hechizado.“Asustado, corrió a avisarle al alcalde, don José Atanasio Guerrero, quien inmediatamente las mando aprehender”.La historia del frustrado hechizo y la eficaz captura, cada vez mejor enderezada por el chisme, junto con la noticia de lo que iba a suceder con las brujas, cundieron como la humedad por toda esa pequeña sociedad rural ávida de acontecimientos.Así no es de extrañar que el día del mercado (domingo), resultara efectivamente muy concurrido: gente de diversos rumbos del Rincón acudió para presenciar la quema de las brujas. De paso, ya ahí aprovechaban para asistir a misa y hacer su mandado en los variados y surtidos puestos instalados en el jardín.Transcurrido el día, sin darse mayores razones, pero sin negar el hecho, se dijo que la quema había sido pospuesta para el domingo siguiente.Los vestigios de la hierba quemada que muchos vieron en el jardín dieron mayor credibilidad al relato, de modo que la nueva semana ayudó a difundir aún más la noticia y aumentar la curiosidad. Tanto que al domingo siguiente, hasta los pobladores de Purísima del Rincón se habían sumando a las filas de visitantes de la plaza y consumidores del mercado de San Francisco. Pero el tan esperado domingo, tampoco hubo quema, desconociéndose quién lo había hecho, y sólo difundiéndose que la quema se realizaría nuevamente el domingo siguiente.Finalmente el tercer domingo después del anuncio, cuando un verdadero tumulto recorría y compraba a los mercaderes de San Francisco, se llevó a cabo, por lo menos la exhibición y desfile de ambas brujas, muy bien ataviadas con los más ostentosos implementos de su supuesto oficio. Pero no fueron quemadas; sin embargo la gente del Rincón había disfrutado casi de un mes de expectativas, viajes y diversión.Quizá por eso nadie reparó en las coincidencias de la historia: que el oportuno descubridor y supuesta víctima de la sesión de hechicería fuera justamente un guardia de la alcaldía.Pero el engaño dio el resultado esperado, ya que desde entonces, mucha gente se acostumbró a acudir de manera espontánea a la plaza francorrinconense para comprar y vender sus productos y de esta manera fue que comenzaron a prosperar los comercios en esa pequeña localidad.Pero la reputación de San Francisco del Rincón quedó seriamente dañada ligando a la quema de brujas con el éxito comercial, que, tan rápidamente fue más popularmente interpretado como consecuencia de extraños manejos, que no fueron difíciles de imputar a la hechicería y generalizar el atributo a todos los pobladores de San Francisco del Rincón.Los de Purísima, que no fueron ajenos a la difusión de esta fama, quedaron muy resentidos por la competencia comercial que empezó a representar su todavía pequeño vecino. Y no olvidaron de quien venía.Unos cuantos años más tarde (1854) y después de otra serie de nuevos incidentes entre ambas localidades, los de Purísima, encabezados por el comandante Guerrero, decapitaron a don José Atanasio en una comunidad cercana a la ciudad de La Piedad, Michoacán.Desde aquel entonces y a la fecha, durante los festejos de la ciudad, las autoridades municipales siguen quemando a las brujas de San Francisco y dicho ritual sigue congregando a miles de personas que disfrutan de los espectáculos de pirotecnia.(Patricia Arias, Saber Vivir de la parroquia de San Francisco de Asís)

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