Por: SUN/Rosalina Piñera , Domingo, 16 de Marzo de 2008
Tres décadas creativas de un cine difícil de clasificar — por su carácter atípico — sitúan a David Cronenberg como uno de los autores más genuinos provocadores e incomprendidos del cine contemporáneo
MÉXICO, D.F.
En su obra se delinean constantes y obsesiones que no han sido impedimento para la evolución temática y estilística evidente, sobre todo, en sus tres últimos filmes. La relación entre los universos orgánico e inorgánico, la metamorfosis física y espiritual, su apego a lo sobrenatural y fantástico, su afición por desarrollar imágenes inquietantes y repulsivas, su tendencia a las historias provocativas e intimidantes, su particular interés por retratar el espacio inhumano en el que se desenvuelven los personajes y su preferencia por los finales trágicos conforman un legado de filmes que exploran la naturaleza humana hasta límites insospechados.
Escena de “Promesas peligrosas”(2007). Es de las grandes ausentes en la categoría de Mejor Película en la pasada entrega de los premios Oscar. Los Globos de Oro, los BAFTA de Gran Bretaña y los Césares de Francia apreciaron mejor las cualidades de un filme que se anuncia entre lo mejor del año.FILMOGRAFÍA BÁSICA
Rabia (1977)
La formación universitaria de Cronenberg, que incluyó estudios biológicos de virus y otros organismos microscópicos, serían determinantes para sus planteamientos estéticos. La influencia es evidente tanto en su primer largometraje: Shivers (1975), como en este segundo trabajo. Tras un accidente de moto, Rose —la actriz porno Marilyn Chambers— es sometida a un tratamiento dermatológico experimental que deviene en el nacimiento de un extraño órgano en su axila que se alimenta de sangre humana. Sus víctimas se transforman en zombie mortales que contagian el virus por Montreal. Primeros análisis sobre la metamorfosis del cuerpo humano.
La mosca (1986)
La trágica experiencia de un científico (Jeff Goldblum) cuya estructura celular se fusiona con la de una mosca tras un experimento fallido fue el vehículo perfecto para narrar la degradación física, moral y espiritual de un individuo. Para el autor, se trataba de una historia de amor, una metáfora de la vejez o la enfermedad que conduce a una pareja a la separación.
El almuerzo desnudo (1991)
El director candiense era asiduo lector de William Burroughs de ahí la adaptación de su novela homónima. El actor Peter Weller encarna a un exterminador de insectos que asesina accidentalmente a su esposa. Perturbado, transita en una realidad alterna habitada por insectos parlantes ocultos en máquinas de escribir y cienmpiés gigantes que se dedican a espiar a los humanos.
Crash, extraños placeres (1996)
La relación entre el hombre y la máquina como una extensión corporal fue llevada al extremo. El polémico filme narra la obsesión de unos individuos por recrear accidentes automovilísticos de luminarias como James Dean. A ese grupo se suma un ejecutivo (James Spader) y su esposa (Deborah Kara Unger), cuya extraña relación amorosa ha encontrado un nuevo camino para el placer erótico.
Existenz (1999)
Una de las películas más caras en la historia del cine canadiense... y una de las más insólitas. El realizador aborda con solidez uno de sus temas recurrentes: la tecnología y su relación con el cuerpo humano. Realidades virtuales generadas a partir de un artefacto orgánico con textura y estructura similar a la de un molusco que se conecta al sistema nervioso central de los humanos.
Spider (2002)
Dennis “Spider” (Ralph Fiennes) ha salido del hospital siquiátrico pero su mente inestable aún divaga entre el presente y el pasado: los recuerdos del asesinato de su madre a manos de su progenitor perturban la conciencia al grado de fabricar realidades alternas incapaces de brindarle refugio. La telaraña que el Dennis-niño construye con un hilo en la estancia de la casa paterna es la misma con la que el director atrapa al espectador para conducirnos por el pozo de los miedos, la descomposición mental y el castigo implacable de la memoria.
Una historia violenta (2005)
Desde la primera secuencia, cuando unos asesinos se ejercitan en el arte de matar por placer, el filme nos interna a la naturaleza criminal, al nivel en el que los humanos mutan a monstruos. La exploración recorre las fibras más íntimas de los individuos —pensamientos y compulsiones— hasta la manifestación exterior representada por el rostro desfigurado de Ed Harris, el mafioso que persigue a Tom (Viggo Mortensen) un pacífico hombre a quien se le identifica como sicario.
Promesas peligrosas (2007)
Es de las grandes ausentes en la categoría de Mejor Película en la pasada entrega de los premios Oscar. Los Globos de Oro, los BAFTA de Gran Bretaña y los Césares de Francia apreciaron mejor las cualidades de un filme que se anuncia entre lo mejor del año. En la segunda colaboración de Viggo Mortensen con Cronenberg, el actor toma la identidad de Nikolai, el enigmático chofer ruso —que hace las veces de guardaespaldas y sicario— de Semyon (Armin Mueller-Stahl), jefe de la mafia europea. Nikolai, debe cuidar de Kirill (Vincent Cassel), el hijo sicópata de Semyon y ocultar los crímenes de su jefe que incluyen el asesinato de una jovencita. Entre pactos de hermandad, tatuajes de pertenencia y negocios turbios, el cineasta canadiense indaga en las conductas violentas como el verdadero virus que impregna y carcome a los individuos, a la familia y a la sociedad. Un acercamiento magistral a los actos reflexivos e irreflexivos del hombre, a las mafias no italianas y de paso una secuencia memorable por su perfección y crudeza: la del baño turco y la batalla salvaje de Nikolai (Mortensen) por sobrevivir.
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