Por: EFE, Domingo, 30 de Marzo de 2008
Las grandes masas de hielo que cubren los polos y son los restos de la capa helada que tapizó buena parte de las latitudes altas de la Tierra durante las últimas glaciaciones del Cuaternario, no sólo son una enorme reserva de agua dulce, sino también un cofre lleno de secretos del pasado
MADRID, Esp.
Cuando el glaciar es tan extenso y antiguo que cubre la superficie de un continente entero, se le denomina “capa de hielo continental”. Son estructuras que suelen fluir lentamente hacia el exterior y alcanzar los océanos, donde se fragmentan durante el verano en pedazos de diversos tamaños, formando los témpanos o “icebergs”.
Es el caso de Groenlandia, un gran manto helado, de más de 1.8 millones de kilómetros cuadrados de superficie, que supera los 2 mil 700 metros de grosor máximo y cubre casi toda la superficie de la isla rocosa.
EN LA PENÍNSULA ANTÁRTICA
Reproducción de varios plesiosaurios, reptiles marinos que habitaron aguas del Océano Antártico hace unos 70 millones de años. Un esqueleto fósil de este reptil marino fue descubierto en el sudoeste de la isla Vega.Un glaciar parecido cubre el continente antártico, que alberga la mayor masa de agua congelada del planeta: su hielo cubre unos 14 millones de kilómetros cuadrados, alcanza un volumen de 30 mil millones de kilómetros cúbicos, y tiene un espesor promedio de alrededor de 2 mil metros.
En estos dos grandes hielos continentales está escrita la historia del mundo. Son archivos que guardan las claves de cómo eran el clima y la atmósfera terrestres hace miles de siglos.
El estudio del material obtenido mediante perforaciones a gran profundidad en los glaciares, permite reconstruir la historia más remota del planeta. Mientras mayor es la hondura a la que se extraen los hielos eternos, más atrás se viaja hacia el pasado del planeta Tierra.
Los hielos también permite atisbar el futuro cercano: las evidencias glaciares sugieren que vamos hacia un período de calentamiento que se desarrollará durante este siglo.
VIAJE EN EL TIEMPO
Cada año caen en la Antártida unos 15 centímetros de nieve, que se compacta en capas y convierte en hielo, el cual se hunde mientras se desplaza muy lentamente desde el interior hacia las costas, formando enormes flujos y después icebergs, que se desprenden y salen al mar.
“La Antártida es el lugar donde se sitúa el mayor espesor de hielo del planeta: unos 4 mil 800 metros”, según el físico galo Claude Lorius, decano de las investigaciones polares y que ha dirigido un equipo francés que ha reconstruido la historia de 250 mil años del clima y la atmósfera terrestres, mediante el estudio de los registros glaciares.
La técnica consiste en introducir en los hielos un barreno, que penetra y toma muestra cilíndricas de unos 10 centímetros de diámetro de las capas heladas profundas. Las muestras se manipulan con precauciones extremas para evitar que las contamine el medioambiente actual, y después son estudiadas con distintos análisis de laboratorio.
Todas las partículas, gases y hollín lanzados a la atmósfera por las erupciones volcánicas, explosiones nucleares y chimeneas industriales, así como los sedimentos transportados por las tormentas y el polvo cósmico y solar, terminan depositándose en las nieves y hielos del Polo Sur.
Al estudiar las muestras halladas a 2 mil metros de profundidad, se ha descubierto cuáles eran las temperaturas en la Antártida y cuando se formaron sus hielos.
El análisis del contenido de sulfatos en los hielos también ha permitido descubrir las huellas de grandes erupciones como la de Krakatoa, y se ha comprobado que la radiactividad aumentó desde 1955, cuando llegaron a la Antártida las primeras repercusiones de las pruebas nucleares.
“A partir de ese año, en los registros glaciares aparecen picos y descensos de radiactividad, que reflejan los períodos de auge y las moratorias de explosiones atómicas, probando que las armas nucleares afectan a toda la atmósfera”, según Lorius.
LAS PRIMERAS CONTAMINACIONES
En los hielos de Groenlandia se han descubierto trazas de la contaminación con plomo producida hace 5 mil años por la actividad de los romanos, así como el impacto del uso de carburantes sin plomo, que se reflejado en una menor presencia de este metal pesado nocivo para la salud en los glaciares.
En este otro gran casquete donde se concentra el hielo terrestre, otros equipos de investigadores han extraído muestras de hasta 3 kilómetros de profundidad, en las que se han detectado las huellas de variaciones rápidas del clima, que no aparecen en los registros glaciares antárticos.
El estudio de las burbujas atrapadas en el hielo, ha permitido deducir que la concentración de gas carbónico y otros gases de “efecto invernadero” ha ido aumentando por el crecimiento de la población humana, y de los combustibles fósiles utilizados para producir electricidad e impulsar los medios de transporte.
“Las evidencias de los archivos glaciares sugieren que el clima se calentará, ya que se ha detectado un aumento de los gases de efecto invernadero y una elevación del nivel de las aguas oceánicas”, según Lorius.
Del estudio de los “archivos glaciares” efectuado por el equipo francés se desprende que en poco más de un siglo, la proporción de gas carbónico ha aumentado un 25 por ciento y la de metano más del doble, por la producción de energía y el desarrollo de la agricultura.
También se ha descubierto que desde hace más de un millón de años, el clima oscila entre eras glaciares e interglaciares, como la que vivimos ahora y que se repiten cada 100 mil años, y que en el momento álgido de las eras glaciales, la temperatura media se enfría de 4 a 5 grados y el nivel de los océanos, que depende de los casquetes polares, desciende unos 120 metros, pero nunca se ha calentado tanto como ahora.
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