domingo, 15 de febrero de 2009

Despierto (Awake)

Por: Agencias, Domingo, 30 de Marzo de 2008
Este filme se trata de la ópera prima de Joby Harold, y según la crítica supone una entrada en la industria del celuloide bastante convencional
MÉXICO, D.F.
A lo largo de la historia del cine, se ha tratado con mayor o menor fortuna aquellos argumentos que transcurren en una sala de operaciones, o en su defecto, dentro de ese recinto llamado hospital y que tantos terrores provoca a más de uno.
Normalmente siempre se comete el error de buscar más el efecto impresión, que el verdadero drama que se cuece dentro de tal recinto entre los desafortunados familiares de víctimas mortales. En el caso que nos ocupa hoy, curiosamente se opta por recurrir al thriller convencional sin importar demasiado el lugar donde transcurre, o cuanto menos, dándole mayor importancia al drama humano (quedándose en el intento) que maximizando el efecto paranoico que provoque en mayor o menor medida un hospital. Eso no quita que “Despierto” (Awake) se convierta en una muestra más de la previsible tendencia del thriller americano por historias cuya efectividad se torna en efectismo a medida que los habituales giros de guión salen a escena.
Y es que el argumento, nos muestra la perfecta vida de Clay Beresford (Hayden Christensen), un joven y rico empresario que posee fama, dinero y una maravillosa novia llamada Sam (Jessica Alba). Pero no es oro todo lo que parece, ya que Clay vive atormentado por la presión que le supone estar a la altura de su fallecido padre, un afamado empresario del cual heredó los negocios que trata junto con su posesiva madre Lilith (Lena Olin). Además, oculta la identidad de su novia por miedo a las represalias de su madre, y sobretodo, vive pendiente de un transplante de corazón. Cuando llega el momento de dicho transplante, descubrirá por medios poco habituales, como aquellas personas que él creía conocer, no eran tan cercanas como parecía en un principio.
DEL DIRECTOR
“Despierto” se trata de la ópera prima de Joby Harold, y supone una entrada en la industria bastante convencional, pero sin resultar demasiado irritante en su propuesta. Es cierto que se limita a cumplir los parámetros de una puesta en escena donde la impersonalidad brilla con luz propia, pero también se le debe reconocer una habilidad para contar una historia sin recurrir a defectos de bulto, moviendo la cámara con cierta soltura y aportando ideas visuales bastante interesantes. Ideas que provienen de un guión escrito por el mismo Harold, donde esta vez sí, recurre a miles de tópicos, discurriendo todo el relato como preludio de unos giros de guión que, aunque efectivos, son ya muy reiterativos en este tipo de producciones (que no previsibles, término que se utiliza mucho una vez el espectador descubre el truco de la historia, pero no antes, por tanto, de previsibles nada). Una verdadera pena porque la historia escondía dentro de sí misma el germen de una interesante posible reflexión sobre lo efímero de las relaciones, tanto aquellas amistades que consideramos inquebrantables, como el amor, esa eterna palabra que en ocasiones encierra términos que devienen en cuestionables (dependencia, sumisión, sacrificio, etc). En lugar de optar por potenciar esa reflexión, lo único que interesa a Harold es allanar el camino durante poco más de treinta minutos para buscar la efectividad en ese giro de guión comentado. Una verdadera lástima porque dada su escasa duración de menos de ochenta minutos, podría haber sido una ocasión ideal para resultar directo, honesto, contundente y reflexivo en su propuesta.
LOS ACTORES
Curiosamente, la labor actoral se muestra bastante correcta, algo que ya se podía esperar de intérpretes de la solvencia de Terrence Howard, Lena Olin o Christopher McDonald, pero no tanto de los dos jóvenes intérpretes que llevan el peso de la función, Hayden Christensen y Jessica Alba.
Si bien Christensen había dado alguna muestra de poder llegar a ser un actor decente en aquel drama familiar de Irwin Winkler de nombre “La casa de mi vida” (2001), la señorita Alba siempre basó su atractivo en pantalla en ese voluptuoso físico sin el cual, probablemente, jamás hubiera llegado donde se encuentra.
En este caso, por paradójico que parezca, un grave defecto de tono del film, juega por contra a su favor, ya que sus gélidas actuaciones, donde la frialdad mostrada crea una introspección que consigue que al menos resulten parcialmente creíbles en ocasiones, aunque eso sí, repito, todo proviene de un grave defecto de tono por parte de su director, que no consigue dotar del dramatismo necesario a tan trágico acontecimiento y cruce de emociones que supone el film. Es por ello que todo se queda a medias en el resultado final, tanto el film como sus actores resultan tan distantes y asépticos como el lugar donde acontece la mayor parte del relato, con lo cual, aquellas escenas donde el dramatismo debía hacer acto de presencia se quedan en agua de borrajas, resultando todo insignificante y provocando un cierto distanciamiento del espectador con la historia, incapaz de apasionar lo más mínimo con una historia que así lo requería dado su intención dogmática en el género del thriller con sorpresa.

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